Gobernar desde la incoherencia
La semana pasada el
Gobierno de Mariano Rajoy aprobó los decretos de recortes en educación y
sanidad haciéndose valer de la mayoría absoluta que tiene en el Congreso de los
Diputados. Esta forma de gobernar mediante el decretazo no es nueva, ya la
sufrimos los ciudadanos durante el mandato del Gobierno de Rodríguez Zapatero.
Ambos lo han justificado en la urgencia de las reformas, para así evitar el
debate parlamentario y la exposición que eso supone ante la opinión pública.
La imagen del
hemiciclo casi vacío durante muchos momentos del debate hace que el ciudadano
pierda la poca confianza que tiene puesta en que los políticos resuelvan esta
crisis. Todas las encuestas, sin embargo, demuestran que los mismos ciudadanos
entienden que hay que recortar, que es necesario un ahorro para poder salir
adelante. La capacidad de sacrificio que está demostrando la amplia mayoría de
la ciudadanía supera lo que cualquier político hubiera pensado. Y si bien las
protestas se suceden, y son numerosas las huelgas convocadas por diversos
colectivos, de educación y sanidad entre otros, muchos son los que se resignan
a esperar que estos recortes refloten la maltrecha economía del país. El
problema viene cuando la pregunta es, de
dónde ahorramos.
El ciudadano se
esfuerza y sufre los rigores del reajuste presupuestario, pero a su vez asiste
al espectáculo diario de la corrupción, a las indemnizaciones millonarias de
gestores de bancos intervenidos y, al cómo no, salvemos nuestro régimen de
privilegios que es la bandera de nuestros dirigentes. El conjunto de la
ciudadanía asume que debemos remar todos juntos, lo que empieza a no entender
es por qué solo son ellos los que deben sacrificarse y renunciar; y no se eliminan
por ejemplo duplicidades innecesarias, se desengorda la administración, se
reajustan los recursos, se limitan los privilegios de la banca y los políticos,
o se persigue el fraude fiscal. De esta manera sería más asumible todo lo que
se nos pide.
Los recortes son entendibles
en esta situación de emergencia, incluso en materias tan básicas como educación
y sanidad. Y se entienden pese a saber que provienen de una nefasta gestión. Lo
que debe comprender la clase política es que tiene una gran responsabilidad, y
son ellos los primeros que deben dar ejemplo, reduciendo privilegios o, por
otro lado, demostrando que trabajan. No pueden repetirse las imágenes del
Congreso de los Diputados semivacío. No puede existir la más mínima duda de
gestión y se debe ser impasible con la corrupción.
La receta para salir
de la crisis estará en la economía, pero también en la forma de actuar de
nuestros mandatarios. La gobernanza debe ser desde la coherencia, siendo los
primeros en asumir los daños colaterales de esta situación. Si los políticos
son capaces de entender esto el camino que quedará por recorrer será menos
duro.
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