Cuando el pasado 15 de mayo de 2011 miles de ciudadanos
madrileños se echaron a la calle para protestar por las injusticias de la
crisis económica y de valores que vive nuestra sociedad, no eran conscientes de
que estaban siendo el germen de un movimiento imparable. Los días venideros
fueron un hervir de más manifestaciones, desalojos y una larga acampada en la Puerta
del Sol. Todo ello jalonado con diversas tensiones con el cuerpo de policía y
las instituciones. Un movimiento que fue capaz de traspasar las fronteras. Un
año después se prepara para celebrar su primer aniversario.
Como suele ocurrir nadie lo esperaba. Nadie imaginó que las
lícitas protestas de los ciudadanos hacia un sistema corrompido por los
políticos y acosado por la economía global, derivaría en una ola de indignación
que sacudiría los férreos esquemas institucionales. Protestas, que han servido para
que la clase política de nuestro país vea que el sistema establecido tras la
Transición democrática, coronada por la Constitución de 1978, está quedando
obsoleto. El mundo actual avanza a una velocidad jamás conocida por las
sociedades que nos precedieron, por lo
que los dirigentes deben adaptarse y aumentar su capacidad de respuesta.
Pero no todo ha sido positivo en este año. El movimiento se
ha visto implicado en numerosas polémicas, empezando por la multitud de
destrozos causados durante las manifestaciones o los enfrentamientos con la
policía. Se ha generado un verdadero clima de tensión, en el que cualquier
actuación policial es criticada aún estando justificada. Lo que en un principio pareció un movimiento
apolítico, sin signos de ningún tipo, nada más que la insatisfacción lógica de
la ciudadanía; se vio directamente
relacionado con un sector, el progresista, que quiso adueñarse de él,
acompañado de alguna actuación del propio movimiento que así hacía pensarlo. Si bien desde la plataforma oficial que ha
coordinado todo “¡Democracia real YA!”, siempre
se ha negado cualquier vinculación con ningún partido u organización. Esta
misma plataforma ha estado en el ojo del huracán durante muchos momentos. Las
luchas de poder interno han derivado en escisiones y han dejado ver las
discrepancias existentes entre los propios revolucionarios. Algo que ha dejado en entredicho al propio
movimiento, porque ya no se sabe bien si el problema es cómo se manda o quién
manda; que al final, parece, es lo que
hay detrás de cada revolución.
A día de hoy, un año después, pocos son los que dudan de la
legitimidad de lo que se reclama. La reorientación de ciertas políticas, la
necesidad de que el ciudadano recupere la fe en las instituciones o el deber
que tienen los mandatarios en ser los primeros en dar ejemplo, son las bases
que llevaron a encumbrar a este movimiento. Como hemos visto han sido los
propios integrantes del mismo los que muchas veces han generado el rechazo de
parte de la sociedad con su forma de actuar. Si el reto inicial fue despertar a
la ciudadanía; el objetivo para el segundo aniversario debe ser reorientar sus
actuaciones y dotar así de mayor credibilidad su protesta. Y esto último debe
empezar por el respeto a todas los pensamientos e ideas, aunque sean
diferentes. En la capacidad de integrar a todos estará su triunfo.
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