miércoles, 15 de diciembre de 2010

Llora la Alhambra

Rápido como el toque de una palma, como el simple acorde de una guitarra, pero tu presencia se ha quedado en el ambiente, como el quejío final de una Soleá se mantiene en el aire, durante ese infinito instante que transcurre desde la última nota hasta el primer aplauso. Rápido y sin avisar, como el taconear de tu Aurora, rápido, como la vida. Rápido como el recuerdo del peor de los sueños, pero con esa extraña certeza de saber de que ese miedo sigue ahí, así te has ido pero así te has quedado.

En esta mañana fría y clara, como si el invierno se la quisiera robar al otoño, y este, celoso por ser el primero en despedirte, no le dejara. En esta mañana, digo, te vemos marchar a la nube de la fatiga, ese recodo del cielo, en el que solo existe las sillas de anea, donde ya te esperan acodados en la mesa, por cierto no falta el vino, José, Juan, Manolo, y un largo reguero que te precedieron, como siempre en la vida, pero que les faltabas tu, para darles el lugar que se merecían dentro de la Historia. Y a esta nube, también irán, por un día, tus otros grandes amigos, Pablo, Miguel Ángel y Federico, te recibirán con una sonrisa,y te bastará con eso, para saber que ellos te agradecen el haber regalado su arte a través de tu voz.

Mientras, nosotros, en este trago que es la tierra, nos quedamos huérfanos, no de tu voz, que vivirá eternamente, si no de tu genio y de tu arte, de tu ganas de innovar y de tu trasgresor anhelo de colocar al flamenco, como lo que es, un arte, que como tal traspasa fronteras y sus fronteras pueden ser traspasadas. Dicen que vendrán otros, dicen, yo lo espero, hoy, no puedo creerlo, igual que hoy, no puedo creer en el flamenco sin ti, sin Paco o sin José.

Lágrimas veo en los ojos de los que te quieren, lágrimas veo, en aquellos, que sin conocerte han ido a decirte adiós, lágrimas,lágrimas y más lágrimas, agua que cae y se derrama, agua que sin verlo, hoy se escapa de tus adorados leones, para quedarse posada en los muros de esa vieja Granada, que llora por poder tenerte para siempre y no poder verte, por no poder escucharte. Y huirá el duende una noche, se acerca a la muralla y le susurrará, "déjame que la escuche, solo una vez, te lo prometo", ella desconfiada mirará a su alrededor y descubriéndose sola, desvelará su secreto y el tuyo, que no has muerto, que vives eternamente, que tu voz está grabada en las murallas de esa vieja Granada.

D.E.P Don Enrique Morente